LAS SERPIENTES
Los caminos misioneros invitan a admirar su paisaje junto a su flora y su fauna, que agrupa aves, mamíferos, insectos, reptiles y tantos más. Sin embargo, aquellos que pasan a través de paisajes protegidos no dejan de ser una profunda herida en la selva: la cantidad de atropellamientos que ocurren en toda su extensión sigue aumentando, nos dicen las estadísticas. Las serpientes son parte de los animales que también podemos encontrar y observar sobre esos caminos cuando transitamos en algún vehículo.
¿Pero por qué puede ser difícil verlas? A diferencia de otros animales como el Taguató, la corzuela, el puma o el coatí -por nombrar algunos, las serpientes están al “ras” del piso: su principal actividad y forma de desplazarse es reptar, necesitan cruzar la ruta para poder recorrer los ambientes y así cazar y alimentarse; incluso las especies de serpientes arborícolas deben bajar al suelo para cruzar una ruta. Pueden tener colores similares a los caminos: por ejemplo la serpiente Coral cuenta con el rojo entre sus colores; la Yarará posee una mezcla entre gris y marrón; y la Ñacaniná es negra. Su movimiento es lento y por su conducta tienden a quedarse quietas ante situaciones de riesgo confiando en su camuflaje: no pueden “salir corriendo” cuando se les acerca un vehículo de cualquier tamaño. A primera hora del día o al atardecer son sus horarios favoritos, cuando suelen buscar calor o alimentos. Las serpientes pasan desapercibidas a la mirada de los viajeros, sea porque no las ven o porque no saben que pueden estar allí. Una estrategia posible para evitar atropellarlas y matarlas podría ser la instalación de pasafaunas arborícolas y terrestres, pero la principal sigue siendo respetar las velocidades permitidas en rutas y caminos: prioricemos nuestra vida y la de toda la fauna.
Foto: Spilotes pullatus (ñacaniná hu), gentileza Lic. Ariel López
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